-¿Nerviosa? -Preguntó Lia.
-Mm... -dudó Giselle-. En verdad no, me siento bien, pero no sé como reaccionará la gente al verme.
Lia lució una de sus acostumbradas sonrisas. El salón estaba lleno de... ¿? Era una gran variedad de seres raros. Algunos con la piel rosa, otros negra como el carbón, otros tenían alas, otros las orejas puntiagudas, pelo azul o lila, ojos solo pupilas... Todos parecían seres fantásticos.
Alyssa la acompañó a un asiento libre, junto al suyo... y junto al de Karelle, que le lanzó su mirada de odio reservada para Giselle, y luego se irguió y miró fijamente hacia delante.
-Su Majestad la Reina Kaleia -anunció un hombre vestido con una capa blanca.
Todos se levantaron, Giselle dando un traspiés (por lo cuál Karelle la miró despectivamente), y miraron hacia una escalera en la que Giselle no se había fijado, aunque era muy grande. Desde la zona superior, bajó una... ¿niña? Era rubia... mucho más rubia que Lia, aunque sin alcanzar el imposible color de Alyssa. Aparentaba ser aun más pequeña que Lia, aunque infundia cierto respeto. Tenía alas de mariposa, aunque, visto lo visto, a Giselle no le causó impresión ese detalle. Luego se sentó, por lo que los demás la siguieron. Empezaron a comer. Era una cena extraña, nada parecida a la comida de la Tierra, pero mucho más rica.
A Giselle se le hizo larguísima. Se aburrió, de vez en cuando comentaban algo (aburrido) pero lo demás era silencio. Al terminar se retiraron, con el permiso de la Reina y se quedaron Giselle y Alyssa (Lia no había cenado con ellos, al ser espíritu).
-Me alegro de verte, Komylen -dijo la Reina con voz infantil-. Te hemos buscado durante mucho tiempo, y al fin estás aquí. Te veo cansada... Mañana hablaremos ahora retírate a descansar. Por cierto, a mí también me aburren las cenas.
A Giselle le sorprendió lo último, pero se fue a su cuarto sin abrir la boca, al hacer la reverencia. Cuando llegó se durmió en seguida.
Reina Kaleia
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