CAPITULO 6

      -Bueno... -murmuró Alyssa, después de un silencio algo violento tras la salida de Karelle-. Si quieres, Komylen...
     -Por favor, mejor Giselle -dijo la Elegida.
      -De acuerdo -respondió Alyssa sonriendo-. Bueno, Giselle, ¿quieres que te enseñe el palacio? La reina aun no ha llegado, por lo que tendrás que esperar un poquito para verla.
      -Lo de ver... esto me parece perfe -decidió Giselle animada.
      Alyssa le dirigió una de sus encantadoras sonrisas y la invitó a salir de la habitación.
      El castillo era enorme y parecía no acabarse nunca, es más, no pudieron enseñárselo entero a Giselle. Lia no se separaba de ellas e iba saltando de vez en cuando... Era tan pequeña, a Giselle le entraban ganas de protegerla, parecía tan frágil.
      Había muchísimas habitaciones para el servicio, los invitados y toda la gente que vivía allí. El salón era enorme y tenía un trono de cristal, el comedor contaba con un a mesa larguísima y muchas sillas, todo estaba adornado perfectamente y, aunque todo fuese blanco y de cristal, curiosamente todo inspiraba calor y era muy familiar.
      -Puedes elegir tu cuarto -le dijo Alyssa a Giselle-. Aunque te recomiendo uno que está en el ala oeste del palacio: desde él se ve todo el reino y es muy acogedor.
      Giselle se encogió de hombros y asintió. Se sentía muy perdida. No recordaba donde estaba nada.
      Pronto llegaron a una espaciosa habitación, con una caama muy grande llena de cojines mullidos y blancos. Había también una gran alfombra, un pedestal (a saber para qué), un par de armarios, un tocador, un arcón y varias cosas ´más que ocupaban la habitación.
      -¿Te gusta? -le preguntó Lia.
      -Mucho -respondió Giselle-. Esta está bien, y creo que sé dónde está.
      Alyssa sonrió. Luego se dirigió al armario y lo abrió. Entonces este se extendió y extendió hasta ocupar tres veces el espacio anterior. Giselle se quedó boquiabierta. Estaba lleno de vestidos largos y de gala, pijamas, trajes de "caza", muchos zapatos, collares y más adornos y joyas.
      -A mí también me encanta -le contó Alyssa al ver la cara de Giselle-. Tengo uno igual y la verdad es que es bastante práctico.
      --¡Guao! -se sorprendió Giselle-. ¿Eso es mío?
      -Sí -respondió Alyssa-. Cuando quieras alguna otra ropa más, imagínatela, o diséñala con esto -dijo abriendo una especie de pantalla que se alzó en el aire-. La pantalla te dirá cómo hacerlo. Bueno, ahora te dejo. Tienes que vestirte más formal para ver a la reina. Elige el vestido que quieras. Todos te irán bien, se ajustan a tí. Lia -dijo refiriéndose al espíritu-, quédate con ella.
      La niña asintió, le gustaba mucho la Elegida.
      -Bueno... -dudó Giselle-. Veamos qué me pongo.
      Eligió un traje celeste de cola larga con un hilo que lo ajustaba debajo del pecho y el cuello abierto en forma de pico. Era precioso. Giselle se veía como un hada, y eso no le gustaba nada.
      -Estás preciosa -la alagó Lia.
      -Sí, pero no soy yo.
      -Mmm -susurró Lia-. Pero así estarás bien para la cena. ¿Te peino? ¡Me encanta peinar!
      Le puso dos largas trenzas a los lados y las juntó por detrás, luego le dejó caer el cabello rizado.
      La voz de Alyssa sonó al otro lado de la puerta:
      -¡La reina te espera!