Esta se sentó a su lado. Giselle sintió un ligero repelús cuando aquella niña se sentó a su lado. ¡No era menos, estaba al lado de un fantasma!
-¡Por fin te encontré! -comentó la chiquilla-. Me llamo Lia.
LIA
-Mmm, ¿hola? -dudó Giselle.
La niña sonrió, debía de hacerle mucha gracia que la otra estuviese inquieta teniendo Lia un aspecto frágil y pequeño.
-¿Por qué me buscabas? -preguntó Giselle.
-Pues porque tengo que llevarte conmigo.
-¿Qué?
-Pues eso... no tenemos demasiado tiempo, venga, dentro de diez minutos se abrirá nuestra puerta.
-Te equivocas, yo no pienso ir a ningún lado. Aquí tengo a mi familia y mis amigos.... ¡No puedo irme!
-Ay... -la niña no perdió la calma-. Sé que será difícil que te vayas. El caso es que tienes que hacerlo, tú eres una de los Elegidos. Tenemos que ir a buscar a Karelle.
-¿Quién es Karelle- preguntó Giselle otra vez.
-Otra de las elegidas. Tenéis que buscar a los otros dos que faltan!! Y para eso tienes que venir conmigo.
-Pero...
-Me da igual -la niña adquirió un tono severo que no le pegaba nada, teniendo en cuenta su aspecto-. Tú te vienes conmigo y punto, y siento ser brusca, pero tenemos que irnos ya.
Giselle no tenía más remedio, estaba entre la espada y la pared.
Lia vio que por fin se incorporaba y sonrió.
-Dame tu mano -la dijo.
Giselle se la tendió. Lo siguiente fue la oleada de frío, se le congelaron las venas. Luego la calle quedó tan solitaria como siempre.
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