CAPITULO SIETE

     Por fin... aire!! Lo mejor es que era el aire de MI ciudad. Lo primero, iba a dar una sorpresa a Cody, mi super mejor amigo. Me había puesto unos vaqueros pitillos, unas sandalias, una camiseta blanca de esas que dejan muchos recobecos, con un cinturón encima y me había alisado mucho el pelo.
      Cody había sido siempre mi mejor amigo, era muy moreno, de ojos verdes y pelo negro. Salía con una chica de la que había sido mi clase de Latín, Stella. Esa chica me caía muy bien, sobre todo porque no era de las típicas que se ponían celosas porque yo me acercase.
      Cody y yo siempre habíamos dicho que fuese cuál fuese la persona con la que saliésemos, ella, o él, nunca estropearía nuestra amistad.
      Su casa estaba muy cerca. Al llegar a la puerta llamé. Me abrió su hermanito pequeño, Sam, que siempre me había encantado, porque era super gracioso.
      - ¡Hola! -dijo cuando abrió, y se lanzó a abrazarme. En aquel lugar yo me sentía como en casa. Entré, pidiendo permiso a la madre de Cody, aun con Sam enredado en mí.
      Cody bajó las escaleras corriendo. Supongo que cuando escuchó mi voz, y se quedó boquiabierto.
      - ¿Corny? -dijo, y se lanzó a abrazarme, como su hermano-. ¿Qué había sido de tí, enana? -me preguntó. Siempre me llamaba con ese estúpido sobrenombre "enana".
      - Hola, pequeña -me dijo la madre. Todos la habían tomado conmigo. En aquella casa todos eran altísimos, y cada vez que entraba en ella, me sentía minúscula.
      Cody se fue a su cuarto, a vestirse, ya que estaba en pijama, que en verdad eran unos pantalones de deporte y una camiseta de un grupo de baloncesto. Cuando bajó, salimos.
      - ¿Qué te cuentas? -me preguntó-. No esperaba que vinieras hasta que no terminases la gira.
      - Ya, le dije-. Pero a mi hermana la van a operar, así que... aquío me tienes. Aunque estaba planeando una fuga, no aguanto ese mundo.
      - Joder -replicó-. ¿Te quejas de una vida a todo lujo?
      - Sí -respondí.
      - A mí me encantaría ser famoso.
      - ¿Famoso de qué? -pregunté.
      - En algún deporte.
      - Te aseguro que es una porquería: Reuniones, citas, más reuniones, más citas. Luego están los reporteros... ¡No tienes vida propia! ¡Es estresante!
      - Lo que pasa es que tu te agobias con todo y no te conformas con nada -me dijo.
      Esa tarde me quedé a comer a su casa. Por fin me sentía bien, desde hacía mucho, mucho tiempo.