CAPITULO DOS

      El concierto fue un éxito. Todos llevaban pancartas, diciéndome cosas buenas. Luego, cuando tuve que atender a los de la zona VIP me lo pasé muy bien. Mis fans me quieren, y sentirse querida está super guay. Un chico, que no tenía pase VIP quería verme, así que salí a la calle, para poder estar con él, había muchísima gente. Preferiría no haber salido, pero me daban pena, sino habían podido coger el pase, no era culpa de ellos, así que allí me quedé, firmando autógrafos. Tengo la mano quemada.
      Por la noche, ya en el hotel, me llamaron de casa. Mi hermana pequeña, de tres año, Diane, me empezó a contar cosas suyas: que si le habían comprado una muñeca, que si se había lavado los dientes... Como me encanta mi hermana. Luego se puso Dylan:
      -Te he hecho un retrato cantando -dijo, es un supe-pintor, hace unos retratos y unos dibujos exactísimos-. Te lo he colgado en tu armario.
      - ¡Tengo ganas de verlo! -le dije-. Me gustaría estar en casa.
      - Y yo tengo ganas de que vengas.
      Pasó a mi hermano más mayor, y a mi hermana, que son mellizos, los dos de veintitrés, Joel y Kelsey, que me dijeron que me habían visto por la tele, que lo había hecho muy bien y que me echaban de menos. Joel estudia arte dramático y Kelsey va a trabajar de reportera de televisión.
      Por último escuché los gritos de Mireia:
      -¡Ahora me toca a mí! ¡Dejadme! ¡También es mi hermana!
      Luego, sofocada, se puso al teléfono:
      -Tienes los hermanos más plastas del mundo.
      -¿Te incluyes? -pregunté yo.
      - No, yo soy la guay, la buena persona.
      Ahí me empecé a reír. Mireia tiene un año menos que yo, o sea, dieciseis, y es algo así como... mi confidente. Ella quiere ser modelo.
      -Bueno, ¿qué tal? -dije.
      - ¡¡Perfe!! Adivina quién está saliendo con Liam, adivina!!
      - Tú -dije en tono aburrido.
      - Exacto!!
      -Sí, sí muy bien... Pero... ¿no crees que eres muy pequeña?
      -No me rayes, tú empezaste antes que yo. Mucho antes, a los trece. Y yo ya he tenido más rollos, desde los catorce, o sea que me llevas ventaja.
      -Puf.
      -Mireia -decía la voz de mi madre-. Venga, que me toca -cuando se puso-. Tu hermana cada día está más loca... Bueno, cuéntame, ¿bien?
       Ahí empezó nuestra conversación, que finalizó a la media hora siguiente.
       Ojalá estuviese con mi familia...