-¿Karelle? -murmuró-. ¿Alyssa?
Nadie respondió. Todo estaba negro, y el "suelo que tocaban sus pies parecía... agua. De nuevo un grito. A Giselle se le paró el corazón. ¿De dónde provenía? Siguió caminando, con miedo, por aquella superficie de agua... No veía nada.
De pronto, un gemido lúgrube salió desde uno de los puntos de la infinita Oscuridad. Otro grito. Giselle se tiró al suelo, y se encogió sobre sí misma... Tenía miedo, muchísimo miedo.
-¡Giselle! ¡Giselle! -oía la voz de Alyssa, pero solo la escuchaba dentro de su cabeza.
-¡Giselle! -gritaba, Alyssa, desesperada-. ¡No se despierta!
Karelle miraba a Giselle sin expresión en la cara, aunque en su cabeza se debatía en una terrible confusión. ¿Qué le pasaba a la Komylen?
-No la despertarás -dijo, Karelle, al fin-. Es un sueño extraño... Creo que lo tiene que arreglar ella sola.
-¿Qué? -gritó la otra impertérrita. Era muy difícil que Alyssa se pusiese de los nervios. Ahora lo estaba-. ¿Cómo puedes decir eso? ¡Tenemos que ayudarla! -Luego ´se volvió hacia la dormida-. ¡Giselle, despierta! ¡Despierta, por favor!
Oía gritos desesperados. Ahora una voz:
-Ven conmigo -decía la voz, que le resultaba vagamente familiar-. Sálvame.
Giselle volvió en sí. Alyssa la miraba con miedo, y luego la abrazó. Karelle soltó un suspiro de alivio, pero se mantuvo callada. Nunca había visto así a Alyssa, Karelle sí, pero Giselle... jamás. Aun así, la otra vez, en la que Karelle estaba presente, había sido hacia tantísimos años y tan breve, que no se acordaba.
-Es Kash -dijo Giselle-. Necesita nuestra ayuda.
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