CAPITULO 1

Giselle se levantó con un largo bostezo y miró a su alrededor. Su vista se paró en el espejo que había justo enfrente de su cama, lleno de pegatinas con fotos de sus amigas o de sus cantantes preferidos, y vio su propio reflejo, el de una adolescente de trece años. Tenía el pelo de color negro como el carbón y los ojos de un azul profundo. Además, y esto era un gran milagro, no tenía ni un solo grano. Se estiró y saltó de la cama. Se metió en su cuarto de baño particular y empezó a peinarse la larga melena. Luego se puso una blusa blanca sin hombros y una falda vaquera.



Bajó las escaleras esperando no encontrar a nadie ahí abajo, sin embargo su madre ya estaba en la cocina preparando tortitas y la leche del desayuno. Se deslizó hasta la mesa:


-Hola, Giselle –saludó su madre, sin siquiera volverse.


-Mmm… hola –correspondió ella. Su madre tenía la habilidad de saber exactamente quién estaba detrás de ella fuera quién fuese de la familia.


En ese momento entró por la puerta Marc, seguido de Jack: Sus hermanos. Los dos eran corpulentos y guapos, aunque se llevaban tres años, Marc tenía dieciséis años, y Jack, 19, si no fuese por la altura parecerían los gemelos de los ojos azules.


Giselle tenía cinco hermanos. Jacob era el más mayor y tenía veintiún años, iba a la Universidad, era de pelo y ojos castaños, tan guapo y corpulento como sus dos hermanos; después iban Jack y Marc; luego estaba Brianna, su preciosa y rubia hermana de quince años Tenía los ojos tan azules como Giselle, pero tenía mejor cuerpo; y por último su pequeña hermanita, Alison, con dos añitos era el centro de atención de todos los demás. Era hija del último novio de su madre, con el que esta seguía, ya que sus padres estaban separados desde hacía cinco años. Alison era rubia y de pelo rizado, como Dan, su padre, los ojos como el resto de sus hermanos, azules.


Giselle terminó rápido su desayuno y subió a su cuarto. Se tumbó en la cama. DE pronto se oyó un grito, en esto apareció su hermana Brianna furiosa:


-¿DÓNDE HAS PUESTO MI CAMISA LILA? –gritó Brianna.


-¡Yo no la he cogido! –respondió Giselle sin dejarse intimidar por su hermana.


-¿Y cómo es que no está en mi armario?


-¡Y yo qué sé!


Seguían gritándose cuando llegó su madre que dijo:


-Bri, cariño, ¿qué pasa?


-¡Ésta me ha quitado mi camiseta lila! –dijo señalando a Giselle.


Su madre miró a ambas. Peleas como esta eran naturales.


-Bri, tu camiseta está para lavar –sentenció la madre.


-¿QUÉ? –chilló.


Su madre la hizo un gesto para que saliera del cuarto y miró a Giselle:


-No la hagas caso, ya sabes cómo es –la aconsejó.


Su madre cerró la puerta y se fue. A veces su hermana la sacaba de quicio. Lo extraño es que no la haya estrangulado ya. Miró su móvil encima de la mesita. No tenía nada que hacer, así que lo mejor sería llamar a su mejor amiga, Meg.


Cogió el teléfono y marcó el número:


-¡Hola! –sonó la voz de su amiga.


-Hola.


-¿Qué te pasa?


-Nada, ¿quedamos?


-Me alegra que me digas eso. Te paso a recoger ahora mismo.


A los diez minutos Meg estaba plantada delante de su puerta.


Fueron al cine, y luego dieron un par de vueltas por ahí. Cenaron en el Burguer, tomaron helados y estuvieron fuera toda la tarde. Al finalizar el día estaban cansadísimas.


-Vaya, cuando me dijiste que si quedábamos no creí que fuésemos a estar fuera todo el día.


Las dos rieron.


-Bueno –dijo Meg- Creo que va siendo hora de que me vaya.


-De acuerdo.


Cada una cogió su camino. Giselle iba pensando en lo bien que se lo habían pasado aquel día, incluso habían llamado al chico guapo de la clase: Zac. Había sido divertido. Zac era rubio, alto y de ojos verdes. Habían estado diciendo tonterías todo el rato. También se encontraron a Mia, la creída de su Instituto. Decididamente había sido una buena idea llamar a Meg, con ella siempre se divertía…


De pronto se le congeló la sangre. Una oleada de aire helado le recorrió todo el cuerpo e hizo moverse a los árboles que formaban sombras en la oscuridad de la noche.


-Por fin – dijo una voz.


Giselle se dio la vuelta con un grito. Empezó a sudar. ¿Qué había sido eso?